RESUMEN CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Argumento
Crónica de una muerte se refiere a los hechos que rodean la muerte de Santiago Nasar, en la madrugada siguiente al fallido matrimonio de Bayardo San Román con Ángela Vicario. Los hermanos Vicario, los asesinos, se ven obligados a cumplir un destino, que es el de lavar la honra de su hermana, matando a Santiago Nasar. Pero ninguno de los dos quiere hacerlo. Los vecinos de la familia Nasar, y en realidad todo el pueblo, saben que Santiago va a ser asesinado e intentan avisarle, pero ninguna de las estafetas llega a su destino. Todos los que quieren prevenir la muerte son cuidadosamente apartados: sus mensajes no llegan. En realidad, el único en todo el pueblo que no sabe del crimen es la propia víctima.
Capítulo 1
El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.
Había dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertó con dolor de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y los interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se había prolongado hasta después de la media noche.
Santiago Nasar se puso un pantalón y una camisa de lino blanco, ambas piezas sin almidón, iguales a las que se había puesto el día anterior para la boda. Era un atuendo de ocasión. De no haber sido por la llegada del obispo se habría puesto el vestido de caqui y las botas de montar con que se iba los lunes a El Divino Rostro, la hacienda de ganado que heredó de su padre, y que él administraba con muy buen juicio aunque sin mucha fortuna.
Siempre dormía como durmió su padre, con el arma escondida y descargada dentro de la funda de la almohada.
Era una costumbre sabia impuesta por su padre desde una mañana en que una sirvienta sacudió la almohada para quitarle la funda, y la pistola se disparó al chocar contra el suelo, y la bala desbarató el armario del cuarto, pasó con un estruendo de guerra por el comedor de la casa vecina y convirtió en polvo de yeso a un santo de tamaño natural en el altar mayor de la iglesia, al otro extremo de la plaza.
La última imagen que su madre tenía de él era cuando lo vio desde la misma hamaca y pensó que de ella heredó el instinto. De su padre aprendió desde muy niño el dominio de las armas de fuego, el amor por los caballos y la maestranza de las aves de presas altas, pero de él aprendió también las buenas artes del valor y la prudencia. La muerte de su padre lo había forzado a abandonar los estudios al término de la escuela secundaria, para hacerse cargo de la hacienda familiar. Por sus méritos propios, Santiago Nasar era alegre y pacífico, y de corazón fácil.
Santiago Nasar entró en la cocina. Le sirvió a Santiago Nasar un tazón de café cerrero con un chorro de alcohol de caña, como todos los lunes, para ayudarlo a sobrellevar la carga de la noche anterior.
Santiago Nasar masticó una aspirina y se sentó a beber a sorbos lentos el tazón de café, pensando despacio, sin apartar la vista de las dos mujeres que destripaban los conejos en la hornilla. A pesar de la edad, Victoria Guzmán se conservaba entera.
Santiago Nasar agarró por la muñeca a la niña cuando ella iba a recibirle el tazón vacío.
Victoria Guzmán le mostró el cuchillo ensangrentado.
-Suéltala, blanco -le ordenó en serio-. De esa agua no beberás mientras yo esté viva.
Había sido seducida por Ibrahim Nasar en la plenitud de la adolescencia.
La casa era un antiguo depósito de dos pisos, con paredes de tablones bastos y un techo de cinc de dos aguas. Había sido construido en los tiempos en que el río era tan servicial que muchas barcazas de mar. Ibrahim Nasar en la planta baja abrió un salón que servía para todo, y construyó en el fondo una caballeriza para cuatro animales, los cuartos de servicio, y tina cocina de hacienda con ventanas hacia el puerto. Lo único que dejó intacto en el salón fue la escalera en espiral rescatada de algún naufragio. En la planta alta, hizo dos dormitorios amplios y cinco camarotes, y construyó un balcón de madera sobre los almendros de la plaza. En la fachada conservó la puerta principal y le hizo dos ventanas de cuerpo entero. Conservó también la puerta posterior, sólo que un poco más alzada para pasar a caballo. Ésa fue siempre la puerta de más uso, no sólo porque era el acceso natural a las pesebreras y la cocina, sino porque daba a la calle del puerto nuevo sin pasar por la plaza. La puerta del frente, salvo en ocasiones festivas, permanecía cerrada y con tranca.
Victoria Guzmán, y Divina Flor sabían del crimen que se cometería pero no dijeron nada quería que lo mataran.
Santiago Nasar atravesó a pasos largos la casa en penumbra, perseguido por los bramidos de júbilo del buque del obispo. Divina Flor se le adelantó para abrirle la puerta.
Alguien que nunca fue identificado había metido por debajo de la puerta un papel dentro de un sobre, en el cual le avisaban a Santiago Nasar que lo estaban esperando para matarlo, y le revelaban el lugar y los motivos, y otros detalles muy precisos. El mensaje estaba en el suelo cuando Santiago Nasar salió de su casa, pero él no lo vio, ni lo vio Divina Flor ni lo vio nadie.
En las ramas de los almendros, y en algunos balcones, estaban todavía las guirnaldas de colores de la boda, y hubiera podido pensarse que acababan de colgarlas en honor del obispo. Pero la plaza cubierta de baldosas hasta el atrio de la iglesia, donde estaba el tablado de los músicos, parecía un muladar de botellas vacías y toda clase de desperdicios de la parranda pública.
El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche al lado de la iglesia donde estaban los gemelos Pedro y Pablo Vicario que tenían 24 años. Clotilde sí que vio a Santiago cuando salió de su casa pero se reprimió y no despertó a los gemelos.
Los gemelos aún llevaban la ropa de la boda e iban con un aspecto un poco desastrado por tantas horas de juerga, y aún no se habían afeitado. Se habían dormido después de tres horas de espera, para ellos era el primer sueño desde hacía tres días. Se despertaron con el ruido de la bocina del buque del buque y cuando lo vieron saltaron de la silla pero en aquel momento Clotilde dijo dejarlo para después aunque sea por respeto al obispo. Aunque parecía un soplo del Espíritu Santo pero lo gemelos se lo pensaron mejor.
Margot, me dijo que el buque no se paró pero el obispo tuvo la decencia de saludar a la gente que estaba en el puerto. Santiago se sintió defraudado porque había contribuido con varias cargas, como leña y gallos. Después del paso del buque Margot invito a Santiago a desayunar en su casa y él aceptó gustosamente. Él le dijo que se cambiaba de ropa y le alcanzaba pero ella insistió en que le acompañara ya porque el desayuno ya estaba servido. Así que Santiago se fue a casa a cambiarse. Nadie se preguntó siquiera si Santiago estaba prevenido, porque a todos les pareció imposible que no lo estuviera. Margot era una de las pocas personas que todavía ignoraban que lo iban a matar. De haberlo sabido lo hubiera agarrado y no lo hubiera soltado. La madre de Margot tampoco lo sabía, era muy extraño ya que era una de las que lo sabía todo. Después de un rato Margot se enteró completamente de la noticia y de un modo brutal: Ángela Vicario, había sido devuelta a la casa de sus padres porque el esposo (Bayardo San Román) encontró que no era virgen. Pero la cuestión es que no se le conoció otro novio a Ángela. Margot volvió a casa rápidamente. Aquella noticia dejo perpleja a su madre la cual salió corriendo hacia la casa de Santiago Nasar y por el camino se encontró con una vecina y le dijo no se moleste ya le han matado.
Capítulo II
Bayardo San Román, el hombre que devolvió a la esposa, había venido por primera vez en agosto del año anterior: seis meses antes de la boda. Andaba por los 30 años, era muy rico, tenía los ojos dorados, de cintura angosta y parecía un hombre triste. Nadie supo nunca a qué vino realmente, se decía que andaba de pueblo en pueblo buscando novia para casarse. La noche en que llegó dio a entender en el cine que era ingeniero de trenes y habló de la urgencia de construir un ferrocarril. Nunca se estableció muy bien cómo se conocieron él y Ángela, pero supuestamente un día Bayardo vio a Ángela caminar por la calle junto con su madre y dijo que se casaría con ella, posteriormente, hubo una feria en donde se subastaron varias cosas y Ángela era quien cantaba las cifras. Bayardo compró todos los artículos de la rifa y en especial la ortofónica, la cual envió a casa de Ángela envuelta y adornada para regalo por su cumpleaños.
Ángela Vicario era la hija menor de una familia de recursos escasos. Su padre, Poncio Vicario, era ciego y orfebre de pobres. Purísima del Carmen, su madre, había sido maestra de escuela hasta que se casó. Las dos hijas mayores de Pura se habían casado muy tarde y una hija intermedia falleció de fiebres crepusculares.
Ángela era la más bella de las cuatro, pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le aguardaban un porvenir incierto.
Al muy poco tiempo, Bayardo San Román le propuso matrimonio a Ángela. Ella no estaba muy convencida de convertirse en su esposa, pero él había atrapado con sus encantos a la familia Vicario y además representaba una gran bendición, tomando en cuenta el estatus social de la familia. La madre de Ángela pidió que Bayardo San Román acreditara su identidad, pues hasta entonces nadie sabía quién era. Bayardo trajo a su familia para ponerle fin a las distintas conjeturas y chismes que circulaban en el pueblo acerca de su identidad. Eran cuatro: la madre, Alberta Simonds, una mulata grande de Curazao que hablaba el castellano mezclado con el papiamento; las hermanas, acabadas de florecer, parecían dos potrancas sin sosiego y el padre, la carta grande: el general Petronio San Román, héroe de las guerras civiles del siglo anterior y una de las glorias mayores del régimen conservador por haber puesto en fuga al coronel Aureliano Buendía en el desastre de Tucurinca.
El día de la boda se fijó pronto y hubiera sido antes de no ser por el luto que guardaban los Vicarios. Ésta se iba a celebrar en casa de la familia Vicario, la cual requería de remodelaciones para la cantidad de invitados, incluso Bayardo alquiló las casas de los vecinos para que tuvieran más espacio para el baile. Asimismo, ya estaba dispuesto el nuevo hogar de la pareja, una casa en la colina que pertenecía al viudo Xius y era la casa más bonita del pueblo, pues desde allí se veía el paraíso sin límites de las ciénagas cubiertas de anémonas moradas, y en los días claros de verano se alcanzaba a ver el horizonte nítido del Caribe y los trasatlánticos de turistas de Cartagena de Indias.
Nadie hubiera pensado que Ángela Vicario no fuera virgen, dado que nadie le había conocido ningún novio anterior y había crecido junto con sus hermanas bajo el rigor de una madre de hierro. Ella quería suicidarse pero a falta de valor resolvió contarle a su madre, quien le aseguró que casi todas las mujeres perdían la virginidad en accidentes de la infancia y que habían trucos para engañar al marido con la reposición de otra sábana que pudiera exhibir en su primera mañana de recién casada, la sábana de hilo con la mancha de honor. Ángela se casó con esa ilusión y Bayardo San Román debió casarse con la ilusión de comprar la felicidad con el peso descomunal de su poder y fortuna, pues cuanto más aumentaban los planes de la fiesta, más ideas de delirio se le ocurrían para hacerla más grande. El general Petronio San Román y su familia llegaron en un buque de ceremonias del Congreso Nacional, junto con varias personalidades distinguidas y muchos regalos. Al novio le regalaron un automóvil convertible con su nombre grabado en letras góticas y a la novia le regalaron un estuche de cubiertos de oro puro.
El acto final terminó a las seis de la tarde, cuando se despidieron los invitados de honor y el buque se fue con las luces encendidas, dejando un reguero de valses de pianola. Los recién casados aparecieron poco después en el automóvil descubierto y después de festejar un rato, Bayardo ordenó que siguieran bailando por cuenta suya y se llevó a la esposa aterrorizada para la casa de sus sueños donde el viudo Xius había sido feliz. La parranda pública se dispersó en fragmentos hasta la media noche. Santiago Nasar, quien gustaba de hacer cálculos sobre los gastos de la fiesta, estuvo festejando y bebiendo con el narrador, Enrique, Cristo Bedoya e incluso con los hermanos Vicario 5 horas antes de que lo mataran.
Por la madrugada, Bayardo San Román entregó a su suegra a Ángela Vicario, sin pronunciar una sola palabra, posteriormente se despidió de Pura con un beso en la mejilla.
Pura Vicario golpeó con mucha rabia a su hija y cuando los gemelos volvieron a casa, un poco antes de las tres de mañana, escucharon la sentencia que Ángela hacía en contra de Santiago Nasar, el que supuestamente la despojó de su virginidad.
Capítulo III
El abogado de los Vicario sustentó la tesis del homicidio en legítima defensa del honor, que fue admitida por el tribunal de conciencia, y los gemelos declararon al final del juicio que lo hubieran hecho mil veces más por los mismos motivos. Los gemelos se rindieron ante su iglesia pocos minutos después del crimen. Ambos estaban exhaustos por el trabajo bárbaro de la muerte, y tenían la ropa y los brazos empapados.
Habían empezado a buscar a Santiago Nasar en la casa de María Alejandrina Cervantes, pero de haber sido cierto, jamás hubieran vuelto a salir de allí, pues María Alejandrina, quien llevaba un negocio de casa de citas con mulatas, le tenía un profundo respeto a Santiago, quien en su adolescencia estuvo enamorado de ella hasta que su padre descubrió el amorío. Por consiguiente, los gemelos fueron a esperarlo en la casa de Clotilde Armenta.
Nunca hubo una muerte más anunciada. Después de que la hermana les reveló el nombre, los gemelos Vicario pasaron por el depósito de la pocilga, donde guardaban sus cuchillos para descuartizar cerdos, y escogieron los dos mejores que tenían. Los envolvieron en un trapo y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes. Faustino Santos, un carnicero amigo, los vio entrar a las 3:20 y mientras los gemelos afilaban sus cuchillos anunciaron que iban a matar a Santiago. Nadie les hizo caso porque pensaban que estaban borrachos, pero Faustino percibió una luz de verdad en la amenaza de Pablo Vicario y le comunicó lo ocurrido a un agente de la policía que pasó a comprar una libra de hígado para el desayuno del alcalde. El agente se llamaba Leandro Pornoy, quien fue a la tienda de Clotilde Armenta cuando los gemelos estaban sentados esperando.
Clotilde Armenta tenía una tienda que vendía leche al amanecer y víveres durante el día, y se transformaba en cantina desde las seis de la tarde. Esa mañana, Clotilde estaba levantada más temprano porque quería terminar de vender la leche antes de que llegara el obispo.
Los hermanos Vicario entraron a las 4:10 y éstos anunciaron, que andaban buscando a Santiago Nasar para matarlo. El agente Leandro Pornoy, que iba por la leche del alcalde, comprendió las intenciones de los hermanos y le avisó al coronel Lázaro Aponte. Éste se dirigió a casa de Clotilde y sólo les confiscó los cuchillos a los hermanos. Clotilde estaba desilusionada, pues esperaba que arrestaran a los gemelos hasta esclarecer la verdad del conflicto. Los hermanos Vicario habían contado sus propósitos a más de doce personas que fueron a comprar leche, y éstas lo habían divulgado por todas partes antes de las seis. A Clotilde le parecía imposible que no se supiera nada en la casa Santiago así que le mandó un recado urgente a Victoria Guzmán, la criada de Santiago, para alertar a Santiago del peligro. Clotilde no había acabado de vender la leche cuando volvieron los hermanos Vicario con otros dos cuchillos envueltos en periódicos.
Faustino Santos no pudo entender porqué habían vuelto los gemelos a afilar sus cuchillos, y al oírlos gritar que iban a sacarle las tripas a Santiago, creyeron que estaban borrachos y exagerando, sin embargo, Clotilde notó que los gemelos llevaban la misma determinación de antes para matar a Santiago.
Pedro Vicario, según declaración propia, fue el que tomó la determinación de matar a Santiago Nasar, y al principio su hermano no hizo más que seguirlo. Pero también fue él quien pareció dar por cumplido el compromiso cuando los desarmó el alcalde, y entonces fue Pablo Vicario quien asumió el mando.
Cuando los gemelos salieron de la porqueriza con los otros cuchillos, fueron a casa de Prudencia Cotes, la novia de Pablo Vicario. Prudencia ya sabía cuáles eran las intenciones de los hermanos y jamás se hubiera casado con Pablo si éste no hubiera cumplido como hombre. Prudencia Cotes se quedó esperando en la cocina hasta que los vio salir, y siguió esperando durante tres años hasta que Pablo Vicario salió de la cárcel y fue su esposo de toda la vida. De allí, los gemelos fueron a la tienda de Clotilde para esperar a su víctima. Santiago Nasar entró a su casa a las 4:20 después de haber estado, primero en la fiesta, después, junto con Luis Enrique, el narrador y Bedoya, fue a casa de los novios para reventar petardos en honor a los novios y finalmente estuvo en casa de María Alejandrina hasta pasadas las tres. Luis Enrique, por su parte, llegó muy borracho a su casa y se quedó dormido en el baño, mientras que el narrador permaneció en casa de María Alejandrina.
A las 5:30, Victoria Guzmán despertó a Santiago para ir a recibir al obispo, pero no le dijo nada con respecto al mensaje que habían enviado. Por otra parte, Luis Enrique había visto a los gemelos antes de regresar a casa, pero estaba tan borracho que no recuerda lo que le dijeron ni lo que él contestó. A la mañana siguiente, oyó sin despertar los primeros bramidos del buque del obispo. Después se durmió a fondo, rendido por la parranda y lo despertó un grito histérico de su hermana Margot que decía que habían matado a Santiago.
Capítulo IV
El coronel Aponte había tenia una conversación telegráfica urgente con el gobernador de la provincia y este le autorizó para que empezará la investigación mientras le mandaba un juez instructor. El alcalde pensó que el cuerpo se podía mantener refrigerado pero no encontró una nevera de tamaño humano y cuando la encontró no funcionaba. El cuerpo fue expuesto a la contemplación pública en una sala con bastantes ventiladores. Pero a media tarde las heridas empezaron a manar unas aguas de color de almíbar que atrajeron las moscas. El coronel Aponte comprendió entonces que ya no era posible esperar y le ordeno al Padre que hiciera la autopsia. El padre Carmen Amador tuvo que hacer a autopsia ya que el doctor Dionisio Iguarán. La autopsia se hizo acabo en el local de la escuela pública con la ayuda del boticario que tomo las notas y un estudiante de medicina de primer año que estaba allí de vacaciones.
Se murió por la culpa de siete heridas mortales. El hígado estaba casi seccionado por dos perforaciones profundas. Tenia cuatro incisiones en el estomago y una de ellas tan profunda que lo atravesó por completo y le destruyó el páncreas. Tenía otras seis perforaciones menores y múltiples heridas en el intestino delgado. Una que tenia en el dorso le había perforado el riñón derecho. La cavidad abdominal estaba llena de sangre.
Tenía además seis heridas menores en los brazos y en las manos y dos tajos horizontales: uno en el muslo derecho y otro en los músculos del abdomen. Además en el informe puso que tenía una hipertrofia del hígado que atribuyo a una hepatitis mal curada, es decir que le quedaban muy pocos años. El informe concluía decía que la causa de la muerte fue una hemorragia masiva causada por cualquiera de las siete heridas mayores. El cuerpo fue devuelto destrozado totalmente. Lo tuvieron que meter en el ataúd y enterrarlo al amanecer porque estaba en muy mal estado.
Los hermanos Vicario fueron encerrados en el calabozo donde les proporciono jabón y un estropajo para quitarse la sangre y el olor. Le trajeron el almuerzo pero Pedro no probó bocado pero Pablo por su parte comió un poco de todo que le llevaron y un cuarto de hora después desató en una diarrea pestilente. Pedro estaba tan convencido que habían envenenado a su hermano que llamo al alcalde. El alcalde llevo a Pura Vicario a las tres de la mañana para que se despidiera de sus hijos. Fue la familia al completo, hasta las hijas mayores con sus maridos. Antes de irse Pura le pidió al padre que les confesara pero Pedro Vicario se negó y convenció a su hermano que no tenían nada de que arrepentirse. Los gemelos fueron absueltos y se quedaron en Riohacha a solo un día de viaje de Manaure donde vivía su familia. En Riohacha estaba la cárcel. Allí fue Prudencia Cotes a casarse con Pablo que aprendió el oficio del oro en el taller de su padre y llegó a ser un orfebre depurado. Pedro Vicario sin amor ni empleo, se reenganchó tres años después a las Fuerzas Armadas, mereció las insignias de sargento primero, y una mañana espléndida su patrulla se internó en territorio de guerrillas y nunca más se supo de ellos.
Para la mayoría de la gente solo hubo una víctima Bayardo San Román. Suponían que los otros protagonistas de la tragedia habían cumplido con dignidad y hasta con cierta grandeza. Durante años se le recordó como "El pobre Bayardo".
El Alcalde se olvido de Bayardo y cuando se acordó subió con una patrulla y lo encontró inconsciente en la cama.
Estaba en el último grado de intoxicación etílica según informo el doctor. Pero a las pocas horas recobro la razón y los echo a todos de casa. El alcalde informo del episodio al general Pretonio.
El general envío a su mujer con las hijas y otras dos mujeres mayores que parecían ser sus hermanas. El coronel con ayudas bajaron a Bayardo al pueblo y se fueron en el buque.
23 años más tarde se recibió una carta de sus padres (de Bayardo) que no sabían donde estaba y no tenían la menor idea de que iría hacer en un pueblo extraviado sin otro propósito aparente que el de casarse con un mujer que no había visto nunca.
De Ángela Vicario se supo que se había comprado una casa de cemento con un patio muy grande. Después de 23 años había madurado y se había vuelto ingeniosa.
Intente hablar con la madre de Ángela pero se negó totalmente ya que no quería hablar del pasado y se tuvo que conformar para escribir esta crónica. La versión más corriente, tal vez por ser la más perversa era que Ángela estaba protegiendo a alguien a quien amaba de verdad. Le contó todo menos lo que paso con Santiago.
Un día Ángela tuvo que acompañar a su madre a un examen de la vista en el hospital de Riohacha y entraron de pasada en el hotel del puerto y Pura pidió un vaso de agua. Mientras se lo tomaba Ángela hizo un barrido con la vista del salón y allí lo encontró, lo vio pasar a su lado sin verla y lo vio salir del hotel, el corazón se le hizo trizas y cuando llego a casa se tira en la cama a llorar durante tres días. Se volvió loca, loca por el, aún le quería. Al día siguiente le escribió una carta pero espero en vano.
Cansada de esperar le escribió otra carta. Después de seis meses había escrito seis cartas sin repuestas pero se conformo con la comprobación de que el las estaba recibiendo. Entonces Ángela descubrió que el odio y el amor son cosas reciprocas. Escribió una carta semanal durante media vida. La empleada de correos siempre iba a su casa a bordar los viernes por la tarde y de paso a recoger las cartas. Un medio día de agosto mientras bordaba, Ángela sintió que alguien llegaba a la puerta y no tuvo que mirar porque sabía quien era. Estaba gordo y se le empezaba a caer al pelo pero era él, Bayardo San Román había vuelto. Dijo: bueno estoy aquí. Llevaba la maleta de la ropa llena para quedarse y otra igual con casi dos mil cartas que ella le había escrito. Estaban ordenadas por sus fechas, en paquetes cosidos con cintas de colores y todas sin abrir.
Capítulo V
La impresión general era que Santiago Nasar murió sin entender su muerte. Después de que le prometió a Margot que iría a desayunar, Cristo Bedoya se lo llevó del brazo por el muelle. Yamil Shaium, un árabe comerciante, fue el único que salió a esperar a Santiago para prevenirlo en cuanto escuchó el rumor. Cristo Bedoya, después de despedirse de Santiago, se dirigió a Yamil y apenas escuchó la información, salió corriendo de la tienda en busca de Santiago. Le pareció imposible que hubiera llegado a su casa en tan poco tiempo, pero de todos modos entró a preguntar por él, lo buscó en su habitación y tomó la pistola de Santiago para dársela en caso de necesitarla. Se encontró con Plácida Linero, pero no se atrevió a decirle acerca de la amenaza de los Vicario y sin más explicaciones se marchó a buscarlo. En la plaza se encontró con el padre Amador, pero no le pareció que pudiera hacer por Santiago Nasar nada distinto de salvarle el alma. Iba otra vez hacia el puerto cuando escuchó que lo llamaban los gemelos desde la tienda de Clotilde, así que Cristo Bedoya les dijo que tuvieran cuidado porque Santiago estaba armado. En la puerta del Club Social, Bedoya se encontró con el coronel Lázaro Aponte y le contó lo que acababa de ocurrir en la tienda de Clotilde. Aponte prometió ocuparse del caso, pero primero entró al Club Social para confirmar una cita de dominó y cuando volvió a salir ya estaba consumado el crimen. Cristo Bedoya cometió entonces su único error mortal: pensó que Santiago Nasar había resuelto a última hora desayunar en casa de Margot y fue a buscarlo allá. Al doblar la última esquina, reconoció de espaldas a la madre de Margot, pero ella, envuelta en lágrimas, le dijo que ya lo habían matado.
Mientras Cristo Bedoya lo buscaba, Santiago Nasar había entrado en la casa de Flora Miguel, su novia y futura esposa para la próxima víspera de Navidad. Flora Miguel despertó aquel lunes con los primeros bramidos del buque del obispo y poco después se enteró que los gemelos Vicario estaban esperando a Santiago para matarlo. Santiago acababa de dejar a Cristo Bedoya en la tienda de Yamil Shaium y cuando entró a ver a su novia ella le aventó el cofre con las cartas de amor que le había escrito y le deseó que lo mataran. El padre de Flora Miguel le explicó a Santiago que los gemelos lo querían matar y que podía ocultarse allí o llevarse una escopeta para defenderse. Santiago salió rápidamente de allí y fue rumbo a su casa. Al dirigirse a su casa, lo vieron los hermanos y Clotilde le gritó a Santiago que corriera para salvarse. Cinco minutos antes, en la cocina, Victoria Guzmán le había contado a Plácida Linero lo que todo el mundo sabía. En la sala, donde estaba trapeando Divina Flor, la hija de Victoria Guzmán, vio a Santiago Nasar entrar por la puerta de la plaza. Placida Linero vio entonces el papel con la advertencia en el suelo, pero no pensó en recogerlo. A través de la puerta vio a los Vicario que venían corriendo hacia la casa con los cuchillos desnudos. Desde el lugar en que ella se encontraba, podía verlos a ellos, pero no alcanzaba a ver a su hijo que corría desde el otro ángulo hacia la puerta, y como pensó que él ya estaba dentro y que los gemelos querían meterse para matarlo dentro de la casa, corrió hacia la puerta y la cerró de un golpe. Estaba pasando la tranca cuando oyó los gritos de su hijo y los puñetazos de terror en la puerta, pero creyó que él estaba arriba insultando a los hermanos Vicario desde el balcón de su dormitorio y subió a ayudarlo.
Santiago necesitaba apenas unos minutos para entrar cuando se cerró la puerta. Los gemelos lo apuñalaban varias veces y esperaban que se derribara, pero éste no caía y según los hermanos, parecía que se estaba riendo. Cuando creyeron que ya lo habían matado se fueron corriendo hacia la iglesia. Santiago se levantó, sosteniéndose las entrañas, y trató de entrar por la puerta de la cocina, atravesó la casa de unos vecinos desconcertados por el bullicio y el aspecto de Santiago, y en cuanto entró a su casa, murió.
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